En medio de un pequeño parón para Semana Santa he estado mirando un poquito que es lo que los médicos y sobre todo las farmacéuticas nos ofrecen como alternativa para dejar de fumar.
Entre los productos que nos ofrecen hay un fármaco estrella, el Champix, un fármaco de Pfizer para dejar de fumar que aumenta el riesgo de infarto.
La industria de la salud está más interesada en sus incalculables beneficios que al bienestar de los pacientes, por esta razón maquilla los resultados de los ensayos clínicos, unta de dinero las agencias de los medicamentos como la FDA o la agencia europea del medicamento, compra la conciencia de médicos e investigadores. Los laboratorios farmacéuticos son más bien fábricas de enfermedades que venden medicamentos para ganar dinero, no para curar enfermos. Es su único objetivo.
Estas prácticas salpican a toda la jerarquía de esta industria y son cada vez más denunciadas por investigadores independientes que no cobran ni un céntimo de los laboratorios o por las asociaciones de consumidores. Las demandas colectivas de usuarios afectados por los fatales efectos secundarios de los fármacos aprobados para la venta empiezan tímidamente a hacerse camino, aunque estemos lejos de ver una respuesta eficaz por parte de la justicia. Los millones que manejan los laboratorios farmacéuticos no solo compran médicos e investigadores, sino también abogados y jueces.
El último caso con una gran repercusión mediática fue él de Avandia, un medicamento contra la diabetes de GlaxoSmithKline. En septiembre de 2010 fue retirado del mercado, después de que Steven E. Nissen, cardiólogo de la Clínica de Cleveland, publicara en 2007 que el fármaco generaba serios problemas cardiovasculares. Tres años y unos cuantos muertos tardaron las autoridades en reaccionar.
Ahora en el punto de mira encontramos otra vez uno de los gigantes de la enfermedad, Pfizer. Este laboratorio tiene un buen curriculum de prácticas inmorales e ilegales; hace poco más de medio año se vió obligado a retirar del mercado el Thelin (leer), fármaco para los pulmones, después de que se acertara que provocaba hepatotoxicidad y matara a unas cuantas personas. Sin embargo los asesinatos conocidos de Pfizer no terminan aquí; de hecho fue también responsable directo de la muerte de varios niños en Nigeria (leer) durante el ensayo de un medicamento llamado Trovan.
Ahora el medicamento cuestionado se llama Champix, primer fármaco producido por la industria de la enfermedad para dejar de fumar. Ya en 2008 se observó que provoca graves trastornos neuropsiquiátricos como cambios en el comportamiento, agitación nerviosa, pérdida de conciencia, momentos de blackout mental, humor deprimido, ideas suicidas e intentos de suicidio o suicidio completado, sin embargo no fue retirado del mercado. Solo fue prohibida la venta a los pilotos de avión.
Como si esto no fuera suficiente para que intervinieran las autoridades que deberían velar por la salud de los ciudadanos, un nuevo estudio llevado a cabo por unos investigadores de la Universidad Johns Hopkins, en EE.UU, y publicado en estos días por la revista de la Asociación Médica de Canadá, demuestra que la varenicilina aumenta el riesgo de padecer problemas cardiovasculares. La vareniclina es el principio activo del Champix y en las pruebas independientes se observó que incrementa del 72% los casos de angina, isquemia, infarto o muerte súbita.
¿Qué ha contestado Pfizer a todo esto? Que con menos de 500 casos conocidos los resultados de las pruebas son estadísticamente poco relevantes. Esto equivale a decir que hasta que no haya suficientes infartos, anginas o muertes súbitas que demuestren su peligrosidad el fármaco se considera seguro. Bueno, habrá que esperar a que haya suficientes muertos para que las autoridades que deberían proteger a los ciudadanos de los despropósitos del lobby de la enfermedad actúen. El sistema está podrido; no hay nada nuevo bajo el sol. Mientras esperamos estas muertes que condenen definitivamente el Champix, siempre nos quedan las medicinas naturales y ancestrales, si los decretos de la UE no las quitan de en medio.
Entre los productos que nos ofrecen hay un fármaco estrella, el Champix, un fármaco de Pfizer para dejar de fumar que aumenta el riesgo de infarto.
La industria de la salud está más interesada en sus incalculables beneficios que al bienestar de los pacientes, por esta razón maquilla los resultados de los ensayos clínicos, unta de dinero las agencias de los medicamentos como la FDA o la agencia europea del medicamento, compra la conciencia de médicos e investigadores. Los laboratorios farmacéuticos son más bien fábricas de enfermedades que venden medicamentos para ganar dinero, no para curar enfermos. Es su único objetivo.
El último caso con una gran repercusión mediática fue él de Avandia, un medicamento contra la diabetes de GlaxoSmithKline. En septiembre de 2010 fue retirado del mercado, después de que Steven E. Nissen, cardiólogo de la Clínica de Cleveland, publicara en 2007 que el fármaco generaba serios problemas cardiovasculares. Tres años y unos cuantos muertos tardaron las autoridades en reaccionar.
Ahora en el punto de mira encontramos otra vez uno de los gigantes de la enfermedad, Pfizer. Este laboratorio tiene un buen curriculum de prácticas inmorales e ilegales; hace poco más de medio año se vió obligado a retirar del mercado el Thelin (leer), fármaco para los pulmones, después de que se acertara que provocaba hepatotoxicidad y matara a unas cuantas personas. Sin embargo los asesinatos conocidos de Pfizer no terminan aquí; de hecho fue también responsable directo de la muerte de varios niños en Nigeria (leer) durante el ensayo de un medicamento llamado Trovan.
Ahora el medicamento cuestionado se llama Champix, primer fármaco producido por la industria de la enfermedad para dejar de fumar. Ya en 2008 se observó que provoca graves trastornos neuropsiquiátricos como cambios en el comportamiento, agitación nerviosa, pérdida de conciencia, momentos de blackout mental, humor deprimido, ideas suicidas e intentos de suicidio o suicidio completado, sin embargo no fue retirado del mercado. Solo fue prohibida la venta a los pilotos de avión.
Como si esto no fuera suficiente para que intervinieran las autoridades que deberían velar por la salud de los ciudadanos, un nuevo estudio llevado a cabo por unos investigadores de la Universidad Johns Hopkins, en EE.UU, y publicado en estos días por la revista de la Asociación Médica de Canadá, demuestra que la varenicilina aumenta el riesgo de padecer problemas cardiovasculares. La vareniclina es el principio activo del Champix y en las pruebas independientes se observó que incrementa del 72% los casos de angina, isquemia, infarto o muerte súbita.
¿Qué ha contestado Pfizer a todo esto? Que con menos de 500 casos conocidos los resultados de las pruebas son estadísticamente poco relevantes. Esto equivale a decir que hasta que no haya suficientes infartos, anginas o muertes súbitas que demuestren su peligrosidad el fármaco se considera seguro. Bueno, habrá que esperar a que haya suficientes muertos para que las autoridades que deberían proteger a los ciudadanos de los despropósitos del lobby de la enfermedad actúen. El sistema está podrido; no hay nada nuevo bajo el sol. Mientras esperamos estas muertes que condenen definitivamente el Champix, siempre nos quedan las medicinas naturales y ancestrales, si los decretos de la UE no las quitan de en medio.
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